La sociedad de hoy en día es ruidosa, y a diferencia de nosotros, las aves no pueden ponerse tapones en los oídos ni desconectar con auriculares y música. Ellos han de convivir con los ruidos que el humano emite y aunque también tienen sus trucos, no siempre lo consiguen.
El ornitólogo Miguel Ferrer destaca que existen numerosos estudios que demuestran los efectos letales de los ruidos en las aves: “No son efectos suficientemente graves como para producir mortalidad o la disminución de la fecundidad de las aves, pero sí aumentan el nivel de estrés y alteran el metabolismo y la frecuencia cardíaca.
Los ruidos afecta principalmente a la reproducción de las aves, ya que en de forma indirecta o indirecta afectan también la alimentación o el cortejo debido a que no se escuchan entre los dos sexos en algunas poblaciones. Además, aquellas aves que están muy expuestas a los ruidos dedican tanto tiempo a la vigilancia en detrimento al tiempo que dedican a la alimentación o a detectar posibles depredadores.
Por ello, las aves deciden alejarse del bullicio del ruido y anidan en zonas más tranquilas. Pero también las aves más urbanas han ido adoptando estrategias de supervivencia y adaptación al medio: recurren a sonidos más agudos para sortear los sonidos graves, elevan el volumen o cantan en los períodos de menos ruido de fondo.
Pero entre la fauna encontramos también aves que sienten especial predilección por el ruido, precisamente como un método de defensa porque sus competidores no lo toleran.
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